Lo que hizo Ratzinger con los casos de abuso sexual no debe ser emulado por nadie, religioso o no religioso
El Papa Benedicto XVI será
recordado por su renuncia y por haber protegido a miles de sacerdotes
pederastas. Y por muy poco más. Joseph Ratzinger pasará a la historia
como el Papa que, al enfrentar el principal reto de su pontificado, se
quedó callado.
Pudo haber pasado a la historia por proteger a
miles de niños que fueron abusados sexualmente por sacerdotes católicos.
Pero no lo hizo. Prefirió guardar silencio y encubrir a pederastas
criminales. Su silencio destruyó las vidas de menores de edad en todo el
mundo.
La renuncia de Benedicto XVI es bienvenida. Dijo que lo
hacía por “el bien de la iglesia” y en eso sí tiene razón. Si no tuvo el
coraje y la fuerza para denunciar a la justicia civil a los criminales
que hay dentro de la misma iglesia, lo mejor es que se vaya. Lo menos
que podemos esperar es que el próximo Papa no se quede callado como él.
Joseph
Ratzinger desaprovechó todas las oportunidades que tuvo durante décadas
para hacer lo moralmente correcto. Desde 1981 al 2005 fue el prefecto
de la Congregación de la Doctrina de la Fe y, literalmente, cayeron
sobre su escritorio miles de casos de abuso sexual a menores de edad
cometidos por sacerdotes católicos. Ni una sola vez –ni una- denunció a
alguno de esos religiosos a la policía.
Miles de denuncias
En
los últimos 50 años se han denunciado más de 9 mil casos de abuso
sexual a menores por parte de curas católicos, según la investigación
del escritor Jorge Llistosella, autor del libro Abusos Sexuales En La
Iglesia Católica. Pero él mismo aclara que esa cifra solo incluye las
denuncias que se hicieron públicas. Muchas más quedaron enterradas y
escondidas. Y sobre eso, Benedicto XVI no hizo nada.
En febrero
del 2004, 14 meses antes de que Benedicto XVI fuera elegido Papa, la
Conferencia Episcopal Católica informó que solo en Estados Unidos, de
1950 al 2002, hubo 4,450 sacerdotes católicos involucrados en casos de
abuso sexual a menores. Benedicto XVI lo sabía. Al llegar al papado pudo
haber ordenado que esos archivos fueran entregados a la policía para
meter en la cárcel a esos pederastas. Pero no hizo nada. Permitió que
muchos de esos sacerdotes, simplemente, fuera cambiados de ciudad y de
parroquia.
Esto no es nuevo. Benedicto XVI actuó con la misma
pasividad y complicidad cuando fue obispo de Munich. El fue una de las
personas que recibió un documento en 1980 que informaba del cambio de
parroquia (de Essen a Munich) del sacerdote pedófilo, Peter Hullerman.
En 1986 Hullerman fue declarado culpable por abusar sexualmente de otros
niños en la nueva parroquia. El portavoz del Vaticano, Federico
Lombardi, aseguró a la prensa que Ratzinger “no tuvo conocimiento” del
traslado del cura Hullerman. Cierto o no, su comportamiento futuro
–tanto como Papa como al frente de la Congregación de la Doctrina de la
Fe- demuestra que nunca acostumbró entregar a las autoridades civiles a
religiosos pederastas.
El escándalo Maciel
Otro
caso. Benedicto XVI recibió miles de documentos sobre los múltiples
casos de abuso sexual de Marcial Maciel, el monstruoso fundador de los
Legionarios de Cristo. Pero en el 2006, en lugar de convertirlo en un
caso ejemplar, lo apartó de “todo ministerio público” y lo protegió de
la justicia hasta su muerte. En su viaje a México en el 2012, el Papa se
negó a reunirse con las víctimas de Maciel. Todo gesto papal es
simbólico y el mensaje de Ratzinger fue inequívoco: sabemos
perfectamente de los crímenes de Maciel pero no vamos a hacer nada al
respecto.
El Papa, así, creó en la práctica dos sistemas de
justicia: un cura católico abusa de un menor de edad y solo es cambiado
de parroquia; un civil hace lo mismo y termina en una prisión. Es
incomprensible que el máximo jerarca de una iglesia de 1,200 millones de
feligreses haya tomado la decisión de proteger a los pederastas y no a
sus víctimas. Eso va en contra de los mismos preceptos del catolicismo.
No
creo en la infalibilidad del Papa. Tampoco creo que en este tema actuó
con sabiduría. Por el contrario, creo que Benedicto XVI se equivocó
garrafalmente el tratar de encubrir uno de los peores escándalos en la
historia reciente de la iglesia católica. Benedicto XVI, lejos de estar
por arriba de los hombres (como suponen muchos católicos), demostró ser
un líder temeroso, acobardado y pésimo ejemplo para otros sacerdotes. Lo
que hizo Ratzinger con los casos de abuso sexual no debe ser emulado
por nadie, religioso o no religioso.
Benedicto XVI se quedó
corto. No pudo ni quiso. Solo su renuncia lo reivindica un poco. Joseph
Ratzinger, está claro, no es indispensable y ojalá sea reemplazado por
alguien que sí tenga el valor moral de confrontar y denunciar a los
muchos criminales que todavía hoy están protegidos por el Vaticano.
Lo
peor que puede hacer un Papa es quedarse callado ante una injusticia. Y
Benedicto XVI se quedó callado ante una injusticia monumental. Ese es
su pecado y así, tristemente, será recordado. Y por irse en la mitad del
escándalo…